Un chico duro, prepotente, vergonzoso y cabezota. Él es eso. Es casi imposible sacarle una pequeña sonrisa, o conseguir que te de un abrazo sin pedírselo. Es demasiado raro que en un día no te diga algo que te haga sentir realmente mal. Es extraño que cuando te hable te mire a los ojos o que lo haga cuando no te das cuenta. No hay quien le saque sus ideas de la cabeza, aunque es inestable. Un día puede querer comerse el mundo contigo y al día siguiente no dejar ni que lo mires. Puede que un día te diga que eres lo mejor que ha pasado por su vida y al día siguiente pasar olímpicamente de ti. Puede que un día quiera conseguirte la luz del sol a media noche y al día siguiente querer que todo sea oscuro. Puede que un día haga todo lo posible por verte y que otro día que solo tiene que tocar el timbre de tu casa no lo haga. Puede que se muera por abrazarte y no lo haga. Por miedo, miedo a la reacción, miedo a que no guste, miedo al miedo.
No sé porqué pero tiene miedo a todo, es inseguro... Es un cobarde aunque no lo aparenta. Nunca llorará con la cara descubierta. Nunca te dirá algo verdadero mirándote a la cara. Nunca dirá: “Tengo miedo”. Nunca reconocerá que ha hecho algo mal. Nunca te dirá que lo siente. Nunca se enamorará. Nunca querrá equivocarse, por lo tanto no aprenderá. Nunca enfrentará los problemas. Nunca hará algo sin antes haberlo practicado solo. Nunca te dirá del todo lo que piensa...
….y resulta que yo, con todos los chicos que hay en el mundo, me enamoro de él, porque como todo el mundo, también tiene sus cosas buenas: Aunque le cuesta, te hace reír muy de vez en cuando, te abraza cuando se lo pides. Su risa es contagiosa cuando cuenta algo. Lo poco que expresa, es verdadero y te deja sin palabras. Cuando hace las cosas, las hace con ganas y con fuerzas. Siempre quiere sentirse vivo. Al estar con él te transporta a otra dimensión, te hace olvidar y desconectar. Su vergüenza es graciosa. y... besa como no lo hace nadie.